Friday, February 8, 2013
No substitute for economic justice
We would like to think that we can somehow trust our quasi-elected leaders to somehow know what they are doing and for some reason act in the general interest of the collective nation. But unless government policy is enlightened by knowledge the law of rent and committed to the implementation of an equitable tax system, you can be sure that your country, and the world in general, will be steadily advancing toward the perfection of an owner-slave economy. Only the basic reform of taxing land and resource values and eliminating taxation on all forms of production can provide the answer to poverty and inequality on this planet. All other proposed solutions are fraudulent distractions designed to soften opposition and derail inquiry into the structural cause of the problem of progress and poverty.
Sunday, May 16, 2010
La Explicación del Problema, Lib III - Cap 8
Sunday, January 24, 2010
Land Cannot be Private Property
LAND and Natural Resources cannot, in justice, be treated as exclusive private property. That is, the VALUE of land (economic rent) cannot be justly retained by a private "owner." Why? Because land VALUE is generated by the general presence, and the aggregate productive activity, of the community at large.
What happens to land values when, for whatever reason, a population grows around a certain area? Then what happens to those land values as that population progresses in productivity?
Of course, those land values rise, totally independent of an individual owner's capital investment on their land. So who is responsible for those land values? Who creates them? The individual "owner" or the community?
Land values, then, are a creation of the community as a whole. More people, more productive activity, greater demand for land and resources. Wouldn't it make sense, then, to treat land as common property by treating LAND VALUE as our primary source of public funding?
At the same time, justice demands that the full value created by individual (private) initiative/effort be retained as exclusive private property by the private creator of that "added value."
So, justice says, "Let the community collect the value generated by the common demand for access to the sites and resources of the Earth and use it for communal purposes, and let the individual retain the fruits of his labor as his private property."
Yet, isn't this exactly the opposite of what we do? Instead of the State (community) collecting the communal rent, it allows that enormous value to be privatized to the ever-increasing advantage of an overwhelmingly powerful minority of stakeholders.
And on top of that, the State then uses an incredibly costly, divisive, and inefficient system to, in regressive fashion, impede private economic initiative and confiscate the privately generated wealth of productive individuals. Doesn't that seem totally bass-ackwards?
What could be a better way to reconcile our fractured economy and society than to justly distinguish between what is truly "yours, mine and ours?" Who can complain when land is accessible to all for its just cost (land value speculation can't exist when land value is publicly collected), and when the full fruits of production are, untaxed, retained by the producer as his exclusive private property?
We need to change our way of thinking about what is "private" and what is "commonwealth" property. We need to mature in our way of publicly administrating this fundamental distinction. The ongoing and deepening crises of our civilization are the result of our heretofore reluctance to do so. To be part of the solution, start by visiting: http://www.henrygeorge.org.Friday, January 22, 2010
PROBLEMAS SOCIALES abrev, cap 1
PROBLEMAS SOCIALES
Escrito por Henry George en 1883
Abreviado y Traducido al Español por Paul Martin
Capítulo 1
La ley de la evolución es que la creciente complejidad de un organismo va acompañada por mayores poderes y mayores peligros, y requiere mayor inteligencia para manejar sus poderes y asegurar su supervivencia. El hombre es la mayor expresión de la evolución, con una inteligencia vastamente superior a cualquier otro ser vivente. Sin embargo, en él, el progreso de la evolución llega a su última expresión, y una nueva evolución empieza, no en el individuo, sino en el ámbito social. Con cada avance en la organización social, se abren nuevos horizontes en el progreso humano.
Con los comienzos de la sociedad, surge la necesidad de la inteligencia social, la que conocemos como “la conciencia pública” o “la voluntad pública”, que se manifiesta en las leyes, las instituciones y la políticas administrativas que definan una sociedad. A medida que la sociedad se desarrolla, se requiere un grado cada vez mayor de esta inteligencia social, porque las relaciones económicas y sociales entre los individuos se ponen tanto más importantes e interdependientes y los crecientes poderes del progreso dan acceso a nuevos peligros inherentes en la misma sociedad.
Con la intricada interdependencia de los habitantes de una ciudad moderna, el bienestar de cada uno se apoya más y más en el bienestar de todos, y el individuo se subordina cada vez más a la sociedad.
La sociedad altamente civilizada es como el animal altamente evolucionado: un golpe suficientemente fuerte en una parte vital puede causar la muerte. Por la división del trabajo, la sociedad adquiere un gran poder productivo, pero por su dependencia en ella también adquiere un gran vulnerabilidad. Si un conflicto social quiebra o paraliza la autoridad conservadora del orden, la vasta población de convertirá en una masa confusa, débil y aterrorizada.
Nuestra civilización está creando fuerzas destructoras tanto como productoras. Y el hombre de hoy lleva adentro todo la capacidad violenta destructora igual que aquella encontrada en cualquier tiempo salvaje anterior. Las tendencias socio-económicas de hoy amenazan con encender tales furias apasionadas.
Los rápidos cambios industriales que ahora se realizan en el mundo civilizado implican cambios sociales y exigen cambios políticos. Las sociedades progresivas necesitan nuevos grados y clases de instituciones como los niños requieren nuevas ropas al crecerse. El progreso social requiere siempre una mayor inteligencia en el manejo de los asuntos públicos; y tanto más cuando los avances y cambio vienen tan rápidamente.
Síntomas de peligro, expresados en las varias formas y escalas de violencia, están amenazando más y más en todo el mundo civilizado. Mientras las instituciones políticas fracasan y las viejas formas de conservar el orden disipan, va creciendo entre las masas un ciego afán de escapar de una situación que se va haciéndose cada vez más intolerable. Los nuevos poderes que van cambiando rápidamente todas las relaciones de la sociedad tienen que hacer estallar las organizaciones sociales y políticas, ya inadecuadas para contener su inexorable fuerza.
La tarea que se abre ante nosotros es de acomodar nuestras instituciones a las necesidades y las aspiraciones de la gente, las caules han desbordado las condiciones e instituciones que antes bastaban pero ahora no funcionan adecuadamente.
Una civilización que tiende a concentrar la riqueza y los poderes en las manos de unos pocos afortunados, a hacer de los otros meros robotes sirviendo una máquina inhumana, tiene que producir inevitablemente la anarquía y acarrear la destrucción. Pero es posible una civilización en que los más pobres puedan tener las comodidades que ahora disfrutan sólo la minoría de privilegiados; en que sean innecesarias las prisiones, los asilos y las sociedades de caridad. Los poderes que pueden dar abundancia para todos ya están en existencia por mucho tiempo; tal civilización sólo puede ser realizada por la inteligencia social.
El problema es que la aplicación de la inteligencia a los asunto sociales no se ha igualado con la aplicación de la inteligencia a las necesidades individuales o a los fines materiales. A pesar de todos los progresos en las artes productoras de riqueza, no hemos progresado para asegurar su justa y equitativa distribución.
No podemos dejar con confianza la política a una privilegiada clase de élites, o las decisiones sobre la economía política a unos “expertos”; el pueblo mismo tiene que pensar, dirigir y vigilar los asuntos de su interés comunal.
El evangelio del egoísmo dice que la buena regla para la sociedad es que cada uno preocupe solamente por sus propios asuntos individuales. Esto idea acomoda a los que, encontrándose bien con el “status quo,” quieren creer que todos los demás están satisfechos. Pero el bienestar de la sociedad, la esperanza por una plena y sana desenvolvimiento de la humanidad, tiene que encontrarse en el evangelio de la fraternidad.
Las exigencias del progreso social hace el bienestar de todos cada vez más el asunto de cada uno. Nos ata a todos más y más estrechamente con lazos de los cuales nadie puede escapar. No es suficiente que el ciudadano observa la ley y respeta la propiedad y cuida su propia familia. También tenemos que pensar en el bien general y preocuparnos por el bien de los más desaventajadas, para tener el mundo que nos permita satisfacer nuestros propios deseos humanos.
La inteligencia requerida para solucionar los graves problemas sociales que nos enfrentan tiene que estar impulsada por la compasión humana. Para resolver los problemas sociales, tenemos que buscar la justicia, porque en la raíz de todo problema social, encontramos la injusticia social.